Roc Blackblock

Foto: Fer Alcalá

Roc Blackblock es un artista y grafitero catalán conocido por sus murales dedicados a la memoria histórica y sus obras de denuncia social. Ha creado más de 50 murales en esta línea y es reconocido por utilizar el arte como herramienta de reivindicación y concienciación. H a trabajado en proyectos destacados como el mural por el 40.º aniversario del Casinet y ha sido protagonista de controversias políticas y sociales, como su obra en apoyo a Pablo Hasél.

Bajo el título Fent via, fent vida, los artistas Roc Blackblock y Miquel Wert firmaron la obra mural más grande de la historia de Rebobinart y la representación más grande de arte urbano en una estación ferroviaria del Estado. A lo largo de más de 3.100 m² de la estación de Sant Andreu de Barcelona, los artistas trabajaron conjuntamente una cronología de la historia del ferrocarril en Cataluña, del barrio donde se encuentra y un repaso por la evolución de la movilidad más sostenible.

¿Cómo fue el proceso creativo y técnico detrás del proyecto de la estación de Sant Andreu?

Fue un proyecto singular. Creo que los dos artistas que estábamos seleccionados para presentar propuesta ya teníamos una línea de trabajo que encajaba bastante en el encargo, pero partíamos de una idea que era un poco difusa. Sí que era alrededor de la historia del ferrocarril, pero quizás con muchos espacios indefinidos que nos permitían hacer propuestas y desarrollarlos. Hicimos propuestas individuales, inspirándonos en el material fotográfico que se nos había facilitado y en la visita conjunta que hicimos a la estación del ferrocarril, y después decidimos juntar las dos. A partir de estos ingredientes iniciales independientes y autónomos hicimos un espacio de confluencia para hacerlas encajar y coger las cosas que nos parecían más interesantes de las respectivas propuestas. Creo que este espacio de fusionar dos propuestas fue un proceso muy interesante.

Después, desarrollamos toda una parte práctica que era un estudio de cómo llevar a cabo la ejecución, porque era una cosa que superaba todas las experiencias previas que teníamos. Creamos una hoja de estilos donde definíamos los parámetros y las pautas visuales y gráficas que se aplicarían a lo largo de todo el mural dado que el hilo conductor eran unas líneas que simbolizaban mapas de estaciones e hilos cronológicos. Al ser un elemento que se desarrolla a lo largo de todos los muros nos permitía estandarizar y sistematizar partes del trabajo. Fue todo un reto, tanto el proceso creativo como el proceso de diseño, pero finalmente fue muy interesante y creemos que salió bastante bien. Evidentemente, pasamos por un largo proceso de revisión y consenso de contenidos, imágenes, fechas e hitos que marcaban esta línea cronológica, y quizás, en algunos casos, con muchas concesiones artísticas en pro del proyecto y del encargo del cliente.

¿Hay algunos elementos clave que quieras destacar del mural?

Del proyecto destacaría todo lo que no se ve detrás del mural: la parte de producción, de desarrollo, de gestión, del trabajo de artistas codo con codo, de hacerlo para un ente tan grande y complejo como es Adif, para una obra tan significada como es esta… Todo esto son elementos que condicionaron, es el mar en el cual tuvimos que navegar; la ruta se hizo bien, pero son cuestiones que marcan el proyecto. No es el proyecto que cualquiera de nosotros dos hubiera hecho si nos hubieran dado libertad absoluta para pintar una superficie como aquella, sino que estaba lleno de actores con mucho protagonismo en el proceso. Creo que es una cosa que se desconoce o no se ve con un paseo, pero que está. Lo trataría como un valor añadido, porque realmente creo que como proceso, al fusionar las dos propuestas, se combinan lo que creemos que eran los puntos más fuertes de cada una de las propuestas. De este modo acabó saliendo un resultado que nunca hubiera sido una obra mía ni de Miquel, pero creo que sí que define un tándem de los dos y creo que esto es una cosa única a tener en consideración.

¿Os encontrasteis con algún reto? Si es que sí, ¿cómo lo superasteis?

De retos encontramos muchos. El primero fue trabajar conjuntamente, pero creo que este era el que menos miedo nos daba porque teníamos suficiente experiencia y nos conocíamos bastante para garantizar que esto funcionara. Las dimensiones, temporalizar los procesos y ceñirnos a una estrategia para cumplir los plazos. Lo hicimos aplicando toda nuestra experiencia, el conocimiento de las intervenciones, de las capacidades y potenciales y haciendo unos cálculos que finalmente funcionaron porque, de hecho, acabamos un día antes de la fecha de entrega. A partir de aquí también fue un reto trabajar durante tanto tiempo en las condiciones en que estábamos porque era un contexto con mucha gente trabajando, con muchos controles de seguridad… todo esto condicionó, pero lo superamos porque no había otra opción que no fuera adaptarse a la situación. Para mí, que siempre trabajo solo, también fue un desafío liderar, entre Miquel y yo, un equipo de trabajo, dar instrucciones, aprender a organizar el trabajo, a asignarlo, a delegar y a confiar. Son muchos desafíos en uno, que también creo que se pudieron llevar a cabo, primero, por la buena sintonía y actitud de todos los que formaban parte; después porque los y las asistentes que tuvimos eran personas con una capacidad técnica y artística igual o superior que la que pueda tener yo y porque emprendimos el proyecto entendiendo que era muy especial y que nos dejábamos la piel. También tener en cuenta la capacidad y la eficiencia de Rebobinart para ir facilitando todos los trabajos a nivel de producción.

¿Cómo afecta el entorno en tu interpretación artística? Primero, en el caso de la estación. Después, en tus obras, en general.

Para mí es crucial porque justamente creo que lo que define el arte en el espacio público es el lugar donde está ubicado, es el contexto y el entorno, si no, no habría ninguna diferencia entre pintar en una libreta o pintar en un lienzo. Pero justamente cuando decidimos pintar el espacio público o apoyos arquitectónicos es para jugar con estos ingredientes y encontrarnos con limitaciones que muchas veces nos llevan a agudizar el ingenio para superarlas. En este sentido, el entorno es crucial y también porque entiendo que el arte urbano y el muralismo introducen un elemento que pasa a formar parte de este entorno y, en consecuencia, debe de tener algún tipo de interacción con este. Pondrá en valor y de manifiesto algunas partes o pondrá en entredicho y cuestionará otras, generará un diálogo con este entorno. Es un ingrediente imprescindible.

En el caso de la estación de Sant Andreu, siendo una equipación tan singular y tan imprescindible dentro de la cotidianidad, lo que nos marcaba, a pesar de que podrían haber diferentes perspectivas, era entender que la obra la estábamos haciendo para un público radicalmente transversal, en un contexto en que el medio de transporte tiene una carga casi reivindicativa como transporte público sostenible y porque es el único capaz de romper con la dictadura del carbón. En este proyecto los elementos del entorno fueron los ejes a partir de los cuales desplegamos toda la propuesta.

¿Qué otros artistas u obras han influido en tus creaciones?

Yo creo que nos nutrimos de una comunidad y que la gracia de esta diversidad del universo artístico es que de una persona te gusta el lenguaje gráfico, de otra la parte conceptual, de otra la paleta cromática… Nos retroalimentamos los unos a los otros.

Foto: Fer Alcalá

¿Cómo surgió la idea de los Murs de Bitàcola y que te inspiró a iniciar este proyecto?

Tiene un antecedente muy importante que fue creciendo y gestándose muy despacio. A partir del 2013 empecé a trabajar con fotografías históricas y le fui cogiendo el gusto y la afición. A lo largo de los siete años siguientes estuve cada vez profundizando más hasta que casi se convirtió en un monotema. Entonces llegó la pandemia y me encontré en un punto de caída de toda la agenda que tenía programada y con la necesidad de reaccionar de alguna manera a aquella situación. Fruto de esto y gracias al asesoramiento de Marc de Rebobinart empecé a plantearme la idea de recoger todo el trabajo que ya estaba haciendo, es decir, trabajar en temas de memoria popular y comunitaria y englobarlo dentro de un mismo proyecto. Este fue el punto iniciático y el cambio fue no trabajar de mural en mural, sino recogerlos todos bajo un solo proyecto. Llegado aquí, empecé a desarrollar qué quería que fuera, que vino condicionado por la experiencia de los años pintando sobre fotografías populares y viendo que no son solo estas, sino que para que la memoria histórica funcione y salga adelante, la información, el contexto y el relato que hay detrás de la imagen son fundamentales. A partir de aquí desarrollé esta propuesta que intenta explicar los episodios de la historia comunitaria y hacerlo en los lugares donde ha pasado, estableciendo y acompañando las intervenciones con información que da detalles y contexto sobre el episodio que se ha pintado. Ha sido una propuesta con muy buena acogida que de momento lleva alrededor de 50 murales desarrollados. El objetivo principal es divulgar la memoria comunitaria.

¿Qué dificultades has tenido para llevar adelante el proyecto?

Este proyecto lo que ha comportado para mí ha sido un cambio de rol, añadido al de artista, porque he tenido que coordinar. Esto quiere decir: hacerse cargo de localizar a historiadores, historiadoras o grupos de memoria que hagan los artículos, buscar la parte documental, la parte de producción, de coordinación de temas logísticos, como la grúa, pintura o alojamiento, hasta la parte de gestión de trámites y permisos o la parte de contacto con la comunidad, reuniones, etc. También el trabajo posterior de coordinar todos los contenidos, hacer que lleguen los artículos y las fotografías, seleccionarlos, hacerlo llegar a la persona que hace las correcciones, las traducciones, la publicación en la página web, encargar la placa grabada, preparar el código QR que se añade a la pared… Estoy muy contento de la propuesta final que creo que puede crecer y se puede ampliar mucho, en propuestas o actividades que se puedan ir añadiendo, pero supone mucho trabajo detrás que es invisible y que ahora mismo, dado que es una estructura muy pequeña, recae sobre mí.

Foto: Fer Alcalá

¿Cuál es el proceso de investigación que haces antes de empezar un mural?

Depende de cada proyecto. Cada uno llega muy vinculado a una realidad y unas características propias de quienes me hacen el encargo y, por tanto, en algunos casos me encuentro con un grupo de memoria que ha trabajado durante un tiempo un tema, por poner un ejemplo. En otro me encuentro un ayuntamiento que está haciendo todo un trabajo de memoria histórica desde la concejalía de cultura o de memoria; y otras veces trabajo casi de forma independiente y soy yo quién va a puerta fría a proponer a un ayuntamiento, entidades o asociaciones de índole memorialista. Cada uno de estos casos tiene diferentes posibilidades. Aun así, como ya son años trabajando en el sector, tengo al alcance un amplio grupo de contactos de gente especializada y de recursos públicos (archivos comarcales, bibliotecas…) que se convierten en un abanico de herramientas para escoger las más eficientes en cada caso.

¿Qué te llevó a centrar tu obra en la memoria histórica y las denuncias sociales?

No es un acto deliberado, al contrario: me he ido metiendo sin darme cuenta y ha llegado un punto que cuando he echado la mirada atrás he tomado conciencia de que llevaba años y murales acumulados sobre este tema. Son temas de memoria y de denuncias sociales porque la memoria también tiene un pie en la denuncia social, sobre todo por la realidad y las políticas de memoria que tenemos en este país, y porque hay toda una serie de memorias incómodas que se han invisibilizado o que se blanquean y se están distorsionando. Es, por tanto, una parte de reivindicación y de memoria antifascista tocar el tema de la memoria en el estado español. Pero en sí misma la memoria también tiene una voluntad de reflexión, revisión y de transformación social, en tanto que la mirada al pasado recoge toda la diversidad y complejidad de registros que pueda haber y tiene una mirada muy retroactiva porque va al pasado, al presente y al futuro. Me parece un ámbito ideal porque hay una parte que se tiene que llevar a cabo desde la administración pública y, por tanto, se tiene que hacer desde el ámbito profesional y después hay toda la parte más militante, que no es incompatible ni puede sustituir a las políticas de la administración pública en temas de memoria. No son intercambiables, se tienen que hacer las dos y esto me da la posibilidad de desarrollar profesionalmente este ámbito, además, en un sector y en una temática que me mueven en el ámbito personal y político.

¿Crees en la importancia del arte en espacios públicos? ¿Por qué?

Sí, yo creo que es imprescindible. Es más: el arte es una manifestación, y de las más importantes, de cualquier sociedad y de cualquier cultura, y lo tiene que hacer en el espacio público por activa o por pasiva. Sea porque no está o porque está totalmente mediatizada y controlada o porque surge de forma espontánea, o todos los puntos intermedios que pueda haber entre todas estas posibilidades. Cuando llegas a una ciudad y paseas por la calle lo que te encuentras es un termómetro que te da una pulsión de cómo es aquella ciudad, la gente que la habita y los políticos que la gobiernan. Cómo decoramos, habitamos y participamos de nuestro espacio público nos define como personas y como comunidad.

Foto: Fer Alcalá

¿Cómo ves la evolución del arte urbano en los últimos y próximos años, especialmente en cuanto a temas sociales?

Creo que está viviendo un proceso en que cada vez queda menos de contracultura y más de asimilación, sobre todo la vertiente más vinculada a la cultura más contemporánea (grafiti, hip hop; porque el muralismo tiene una trayectoria mucho más larga). Creo que en el ámbito social el problema que estamos viviendo es la espectacularización; se está convirtiendo en un elemento mainstream y, por tanto, se está vaciando de contenido. Incluso me atrevería a decir que el que tiene, se está rebajando o simplificando. Creo que el principal causante es un modelo de sociedad capitalista o neoliberal que acabará (o es el principal riesgo en que nos podemos encontrar) convirtiendo el arte en un producto más de mercado que sea capitalizado por las grandes marcas y los grandes lobbies económicos.

¿Cuál es tu visión del futuro de los artistas urbanos en Cataluña?

Creo que Cataluña continúa según el equipo de gobierno de cada ciudad y las características de cada localidad y puede vivir realidades casi antagónicas: en algunos lugares se celebra y se acoge y en otros es francamente muy complicado llevar a cabo intervenciones, especialmente en el caso de Barcelona. Creo que tenemos un escenario en el que falta consenso y apoyo de la administración pública. Consenso en el sentido que mientras en algunos lugares hay tímidas propuestas y actividades que dan a entender el apoyo, en otros se nos sigue criminalizado. Falta de apoyo en el sentido en el que sigue habiendo muchos ayuntamientos que hacen convocatorias de concursos o festivales de arte urbano y, por lo tanto, ponen en valor, pero lo hacen en unas condiciones de precariedad que parece que tampoco tomen seriamente qué es lo que el muralismo puede aportar a la sociedad, sino que se trata como si fuera una actividad de ocio. Esto es dar un paso adelante y dos hacia atrás. Creo que nos falta mucho, se tiene que hacer mucha pedagogía todavía y falta que las administraciones no solo valoren y entiendan qué puede aportar el muralismo en la comunidad, en las ciudades y los pueblos, sino que también entiendan que los y las artistas somos miembros de esta comunidad, somos gente que queremos desarrollar nuestras actividades y necesitamos ciertas facilidades, que es lo contrario de lo que nos estamos encontrando. Esto es una reivindicación que hacemos también como ciudadanos: queremos desarrollar estas actividades y hacerlo con normalidad.

Foto: Fer Alcalá