Boa Mistura

Boa Mistura es un colectivo artístico con un equipo multidisciplinar que comparte un enraizamiento en el graffiti y el espacio público. “Boa Mistura” es una expresión portuguesa que significa “Buena Mezcla” y que evoca la diversidad que sirve como principio creador en el grupo. Aunque ya habían pintado un mural conjunto en 2001, Boa Mistura nace en Madrid en 2002 y después de consolidarse en el mundo del arte urbano a nivel global, en 2010 inauguran su sede en el Boa Estudio de Madrid. Su estilo se caracteriza por la hibridación de elementos arquitectónicos, gráficos y tipográficos, en obras polisémicas que permiten lecturas mutantes según el punto de vista desde donde se observan. La simplificación de las formas, la superposición y el juego entre lo plano y lo tridimensional son estrategias constantes en su obra.

Han realizado intervenciones en Brasil, Argelia, EEUU, Kenia y China, entre otros. Los miembros fundadores del colectivo son: Javier Serrano Guerra, Juan Jaume Fernández, Pablo Ferreiro Mederos y Pablo Purón Carrillo. Después de la intervención artística de Boa Mistura de más de cien metros cuadrados en la residencia Livensa Living de Getafe, hablamos con Pablo Purón sobre el hecho artístico de intervenir el espacio público, la producción de obras de gran formato y el rol que puede tener el arte en la construcción de nuevos paisajes urbanos.

Como colectivo, habéis sido invitados a intervenir espacios públicos en diferentes ciudades, así como centros de arte y fundaciones, o en este caso residencias de estudiantes. Todas estas acciones comparten un compromiso con el espacio y una cierta “colaboración” con éste. Cuando se os presenta un proyecto, ¿podríais explicar un poco el proceso de contextualización y diálogo con el espacio que lleváis a cabo?

Cuando nos invitan a participar en proyectos o cuando detectamos alguna idea lo primero de todo es ver si tiene sentido hacer un proyecto allí. Muchas veces se piensa que el arte urbano puede estar emplazado en cualquier sitio, pero hay veces que nosotros sentimos que no tiene cabida o que no tiene mucho sentido hacer un proyecto en el lugar. Por eso, siempre la primera pregunta que nos hacemos es si tiene sentido trabajar en ese lugar. Una vez vemos que la respuesta es sí, empezamos a ver como de alguna manera responder a ese sitio.

Normalmente esto requiere cierta investigación sobre el lugar: lo que va a rodear y con lo que va a convivir esa obra. Al final, el arte en el espacio público está vinculado a ese enclave donde va a permanecer. No es como las obras de estudio: tú las pintas en tu taller y pueden acabar colgadas en Berlín, Barcelona, Londres o China y da igual, es un diálogo entre el artista y la obra. Pero en el caso del espacio público, siempre entendemos que se trata de establecer un diálogo y un vínculo con el lugar donde van a permanecer ancladas. Esto es un trabajo que para nosotros es quizás el más importante y el que más tiempo lleva: el de descifrar ese lugar, el de buscar cuál es ese estímulo, el hilo que te permite salir de la madeja y desarrollar una idea. Este proceso a veces es inmediato, a veces lleva días, a veces semanas… Pero para nosotros es la chispa y el germen de partida de un proyecto.

Que un proyecto sea bueno depende principalmente de haber sido capaces de responder a ese lugar, al lugar donde vamos a trabajar. En todo este proceso, hay una parte de relación comunitaria que vemos importante porque son esos vecinos y vecinas quienes van a convivir con esa obra que nosotros vamos a dejar allí. Cuando nosotros nos vamos y la terminamos, pasa a ser de ellos. Empezamos con el diálogo con las personas que van a convivir con la obra. La ejecución al final es ya lo que te sabes, pero el cómo responderá varía en cada sitio. Al final, cada lugar tiene una identidad propia, unas características propias y nosotros damos una respuesta muy visceral desde nuestra percepción y visión artística de esta comunidad. No tiene por qué ser matemática ni científica, pero es la que nos surge a nosotros de los estímulos que recibimos de los lugares.

¿Os sentís reflejados en el método de creación con algún otro referente, movimiento o colectivo artístico?

En parte. Con este tipo de procesos nos hemos sentido alineados con el colectivo Basurama, con quienes trabajamos en 2012 por primera vez. Ellos son un colectivo arquitectónico que aplican este proceso comunitario de primero entrar en diálogo con la comunidad para después hacer algo con esa comunidad. Un poco, trabajando mano a mano con ellos, empezamos a implementar nuestro proceso en distintos proyectos que nos han ido haciendo desarrollar y consolidar una metodología que hoy es la que aplicamos.

En los últimos meses, el colectivo ha realizado una intervención artística en Livensa Living en Getafe, producida por Rebobinart. Ocupando un total de 100 metros cuadrados, se optó por la superposición de letras que generaban diferentes palabras y creaban geometrías con colores contrastados. Esas dos palabras elegidas fueron HOGAR y UNIÓN. ¿Podríais contar un poco como fue el proceso creativo tras esa elección?

En el proyecto de la residencia decidimos trabajar con dos conceptos que representaran los dos espacios en los que trabajaríamos: la fachada exterior de la residencia y las salas comunes interiores. En este caso, por ejemplo, siendo un lugar de nueva construcción, es un lugar que no tiene una identidad propia todavía. Lo que decidimos es trabajar con línea de investigación que estamos desarrollando en nuestro taller: una línea cromática de superposición tipográfica que realmente lo que hace es dotar de un nuevo relato a este lugar en el que se está aún construyendo la identidad. Entonces se convierte en una pieza más que aporta identidad a este nuevo desarrollo urbanístico que está ocurriendo en Getafe.

Trabajamos con dos conceptos: fuera con la palabra ‘hogar’ porque realmente entendemos la residencia como el primer hogar fuera de la residencia familiar para los jóvenes. Cuando uno va a una residencia de estudiantes a veces no ha vivido de manera independiente, ni ha tenido su propio nido, este primer hogar propio de la persona una vez vuela del nido de los padres. Por otra parte, con la palabra ‘unión’ en las zonas comunes del interior, zonas de reunión, hablamos de ese punto de conexión entre los participantes.

¿Qué efecto tiene sobre los y las espectadoras esta ambigüedad y estas posibles lecturas no inmediatas de la obra?

Al final, el juego tipográfico genera una pieza abstracta porque realmente no tiene una lectura inmediata. Pero sí que nos gusta que detrás de esta abstracción que genera la superposición tipográfica, haya un por qué – que alguien pueda en cierto momento interpretar las letras y leer la palabra–. Pero realmente la tipografía (en estas líneas de investigación que estamos desarrollando y donde se enmarca la pieza de Livensa Living) es una excusa para generarnos patrones cromáticos, ritmos que vamos alterando. Realmente el hecho artístico está en la modificación del color que se genera de la superposición de caracteres. Si tu superpones las letras de la palabra ‘hogar’ con esos colores, la suma no te da ese color. Vamos modificando estos colores y que generan los ritmos cromáticos que queremos y buscamos armonías. De hecho, a esta serie de piezas las llamamos armonías.

A nivel técnico, se trataba de una obra a gran formato. ¿Deja este formato espacio para la improvisación? ¿Qué papel juegan la planificación y el accidente?

Este tipo de piezas que llevan detrás un estudio geométrico y cromático tienen poco margen para la improvisación. Porque realmente nosotros llegamos allí con la pavimetría hecha y adaptada para que la geometría quede perfecta. No tiene tanto esa parte más visceral de obras más orgánicas que casi vas creando al ritmo de tus movimientos con la brocha o el pincel sobre la pared. Sí que hay ciertos márgenes de variabilidad en la pieza que vienen dados por el contexto y el entorno. No es lo mismo diseñar en la pantalla del ordenador, donde al final creas unas guías de color, armonías y relaciones cromáticas que en la pantalla funcionan, que trasladarlas a la pared. Aquello con lo que convive la propia pieza te hace modificarla. Desde la luz que recibe, al color original de la pared, el suelo, el cielo… Hay muchos factores que conducen a modificaciones. En el caso concreto de la residencia, de los colores originales de la propuesta, los modificamos prácticamente todos in situ, porque vas viendo cómo se relacionan allí, no solo entre sí, sino que también con el sitio en el que están.

Finalmente, sobre el proceso de producción, ¿cómo afrontáis como colectivo un encargo de esta magnitud?

Los cuatro miembros fundadores nos conocimos en el mundo del graffiti a los catorce años. Sin embargo, al ir creciendo y al empezar a trabajar de una forma más profesional en proyectos de gran escala, hemos ido contando con equipo que crece decrece en función del tamaño de los proyectos que tenga el estudio Boa Mistura en cada momento. Ha habido momentos en que hemos necesitado llegar a ser un equipo de doce personas, entre ellas ha habido estudiantes en prácticas que se han convertido en parte del equipo. Ahora mismo, Javi Ballesteros e Irene García son miembros fijos de producción. En Livensa Living Getafe, la concepción se llevó a cabo principalmente por los cuatro miembros fundadores, en un proceso en el que incluso colaboró Irene que conoce los procesos. Javi, Irene y María fueron asistentes fundamentales en las fases de producción, logística y ejecución de los murales.

En el caso de Livensa Living Getafe, habéis desarrollado un diseño por encargo, sin renunciar a vuestro estilo ni a vuestro compromiso social, incorporando los valores de ‘hogar’ y ‘unión’ que contribuirán a construir comunidad. Por otro lado, habéis llevado a cabo proyectos bastante distintos con la ONU y con ONGs. ¿Qué dinámicas se generan en los proyectos con este tipo de entidades?

Pues normalmente trabajar con este tipo de contrapartes te permite adentrarte en contextos muy ajenos a nuestro día a día, y muy enriquecedores. Recíprocamente, son proyectos muy nutritivos tanto por lo que nosotros hacemos y dejamos en estos contextos, en estos lugares, como por lo que nosotros recibimos en estos lugares. Al final son organizaciones de las que nosotros nos servimos como llave para entrar en según qué barrios. Por ejemplo, en Kibera (Nairobi, Kenia, 2016) con Kubuka, que es la asociación que trabajaba allí, y con «Ghetto Youth Focus Foundation» GYFF; o luego Entrepazos cuando fuimos a Buenaventura (Colombia). Son agentes que ya están trabajando, que conocen las comunidades, que ya tienen un trabajo social previo hecho allí, y que hacen de antesala para que cuando tú llegues, estés avalado por alguien que ya tiene un calado en ese lugar. A nosotros lo que nos permite es realizar un cierto tipo de proyectos, que entendemos más como residencias artísticas, porque en estos contextos mucho más que en cualquier otro la voluntad es responder al contexto y a un lugar que habitualmente sufre cierta marginalidad, rutinas muy pesadas, problemáticas, delincuencia. Son contextos en los que cualquier cosa que hagas tiene una responsabilidad muy fuerte con las personas que allí conviven. Esto ocurre con cualquier intervención que haces en el espacio público, pero en estos casos es más evidente por ser estos lugares en los que habitualmente no hay acceso a otro tipo de propuestas.

¿Cuáles son los retos al realizar intervenciones artísticas en un contexto cultural totalmente distinto?

A nosotros nos da tiempo a trabajos en los que nos insertamos en la comunidad, intentamos vivir lo más desde dentro posible el lugar, y una vez más de manera visceral responder a la realidad del sitio y traducirlo en un proyecto. Creo que a nosotros nos nutre muchísimo porque nos pone en esa urgencia de estar en un lugar totalmente fuera de tu zona de confort, totalmente ajeno a ti, y tratar de envolverte lo suficiente del sitio y lo que se respira como para traducirlo en un proyecto artístico que además tenga la validación y la aprobación de la comunidad. Este tipo de asociaciones, normalmente te ponen una alfombra para entrar en las comunidades y hay un trabajo previo hecho que facilita muchísimo la labor. De cara a lo que nosotros aportamos, también es una aproximación a los barrios desde un lugar totalmente diferente, porque el arte es una herramienta transversal, también intentamos involucrar a los vecinos y vecinas en la propia ejecución de la obra o en la concepción de ésta. Es algo que de alguna manera casi lúdica está involucrando a los vecinos en una transformación de su comunidad.

Las obras de Boa Mistura se caracterizan por su simbiosis con el espacio, siendo la mayoría ‘site specific’ y hechas en dependencia del lugar. Esto les da un carácter tridimensional que no tendría un mural plano, ya que incorporan la profundidad de elementos arquitectónicos y paisajísticos. En contraste, se introducen a menudo letterings, mensajes o simplemente símbolos tipográficos que establecen cuál es el punto de vista privilegiado para mirar y poder leer la obra. Este juego de fuera/dentro se complica aún más en Livensa Living Getafe con la dualidad de haber realizado un mural en un muro exterior y uno en un muro interior. Parece que no dejáis de generaros nuevos retos creativos.

Boa Mistura atiende al presente y los retos que éste supone. ¿Cuáles creéis que son las nuevas fronteras que las intervenciones artísticas pueden contribuir a derribar?

Desde la primera vez que trabajamos en una comunidad, que fue en Sudáfrica en 2011, los propios vecinos nos hicieron sentir la responsabilidad que tenemos como agentes de transformación del espacio público. Al final, estamos imponiendo nuestro trabajo en un lugar que no es de nadie y es de todo el mundo, y de alguna manera allí empezamos a sentir la responsabilidad para con quien va a convivir con nuestro trabajo. Siempre hemos intentado responder a los lugares de la manera más sensible y coherente con el lugar donde vaya a estar nuestro trabajo. Yo creo que nuestra línea de trabajo va a seguir yendo por ahí. Sí que hay un factor que es un hecho: que el arte urbano tiene cada vez más presencia en las ciudades.

Hay una tarea urgente de introspección y de ir comprendiendo qué es lo que está pasando con el arte urbano, y al final entre todos los agentes que componemos el ecosistema del espacio público debemos irlo ordenando y encauzando todo para que sea algo que responde a unas necesidades, y no algo que va a granel y sin ningún porqué en las ciudades. Aquí entran por supuesto artistas urbanos, pero también promotores inmobiliarios, urbanistas, arquitectos, comisarios de arte urbano, conservadores de patrimonio… Entre todos estos agentes que estamos condenados a convivir en el espacio público, el reto es encauzar el arte urbano y que no sea flor de un día como una solución de embellecimiento vacío de las ciudades, sino que sea algo que realmente tenga sentido en cada lugar.